Nilton Santiago: “Las musas se han ido de copas”

Nilton Santiago: “Las musas se han ido de copas”



Nilton Santiago (Lima, 1979). Ha publicado los libros: “El libro de los espejos” (Departamento de Relaciones Públicas de Petróleos del Perú-Petroperú, 2005), “La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad” (Centro Poesía José Hierro, 2012), “El equipaje del ángel” (Visor Libros, 2014), “Las musas se han ido de copas” (Visor Libros, 2015), “Para retrasar los relojes de arena” (Vallejo & Co., 2015) y “Historia universal del etcétera” (Valparaíso Ediciones, 2019).

Nilton es uno de esos poetas que te encuentras por error en algún estante y difícilmente te deje indiferente. Tiene esa frescura de transitar por la prosa poética de la misma forma en que transitamos de camino al trabajo, a la cena romántica o incluso, a la desoladora imagen del hogar vacío, de la estudiante que nos ligamos la otra noche y que por cierto es posible que el padre nos facilite el acceso a la cárcel más próxima. 

Nilton Santiago juega a ser poeta: no se toma tan en serio el oficio de escribir, e incluso me atrevería a decir que su poesía tiene el mismo fin terapéutico de un masaje chino (con acupuntura incluida). Sus poemas son como diarios de explorador: intentos de ahogar la abulia, exorcizarla, mandarla a volar cual pájaro histérico que olvidó tomar sus pastillas contra la depresión. Ese es Nilton, el poeta que convierte la poesía más personal en un diálogo de bitácora que se queda en el metro, que encuentras y que te obliga a volver a los vagones día a día, esperando encontrar al poeta amigo que en su discurso, nos retrata algo de nuestra propia realidad. Recomendado para quienes gozan de leer textos con alto contenido de humor y sin las estructuras formales del poema. 
-Claudio Troisemme.

Ganador de los premios: II Premio Copé de la XI Bienal de Poesía (2003), Premio Internacional de Poesía Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro (2012), XXVII Premio Tiflos de Poesía, Visor Libros (2014), XV Premio Casa de América de Poesía Americana en el (2015).

Aquí compartimos una selección de poemas del libro “Las musas se han ido de copas”.

SOBRE EL FALSO ETIQUETADO DE MERLUZA PROCEDENTE DE ÁFRICA (QUE SE VENDE COMO EUROPEA O AMERICANA) 


Ahora lo sabes,
también los peces tienen que pasar las fronteras,
llorar todas sus afonías,
pedirle impuestos a la luna llena que cada noche se disuelve
en sus lágrimas
cuando se ha roto «la cadena de frío» en sus maltrechos
corazones marinos.
Pero así es la soledad en el agua cuando se sabe de antemano
que compartirás el envase (con otro solitario) en algún
frigorífico,
así son los falsos pasaportes
para los que no saben llorar bajo el agua
y terminan en los supermercados con la carne limpia y sin
escamas,

lista para meter al horno.


ALGUNOS ASTRÓNOMOS DESAYUNAN COMIDA PARA PECES MIENTRAS LEEN A APOLLINAIRE 


No me gustan los poemas que empiezan hablando 
de dos pájaros comiéndose unas sardinas en un bar de la 
Alfama, en Lisboa, 
un poema que comienza así terminará, sin duda, 
hablando de aquél hombre de Kütahya, Turquía, 
que ha decidido llevar una jaula en la cabeza para dejar de 
fumar. 
Así que volvamos al desayuno, igualmente 
llueve tanto que afuera los peces caminan descalzos 
por las librerías o descienden por la lluvia 
como si fuera la gran escalera por la que Dios 
baja de entre las nubes para tomarse un café 
con un melancólico Álvaro de Campos. En Barrio Alto 
ninguna nena ha leído 
pero igualmente tienen el corazón tan grande 
como una sandía, se enamoran cuando anochece 
y caminan medio desnudas todo el invierno 
hasta dañarse la sonrisa con el aliento de las primeras flores. 

Dejemos este comienzo algo 
y volvamos a nuestras largas conversaciones con la soledad, 
¿Y qué nos dice esta pesada? 
Pues que al fin de cuentas las ciudades 
son en realidad el dinero que te gastas en aquellos besos 
que el aire arrastra de boca en boca. 
Para la cocinera del bar 
(que acaba de salir para fumarse un 
lo mejor para aliñar las ensaladas son las lágrimas 
con las que los atunes rojos endulzan las redes de las almadrabas 
y estoy de acuerdo, como estoy de acuerdo 
con que el amor es ponerle leche de soja y edulcorante 
a un café descafeinado, es decir, que es un timo. 

En cualquier caso, 
después de dos copas aquí, te das cuenta de que en esta ciudad 
los tranvías están llenos de estrellas de mar 
y que los astrónomos desayunan comida para peces 
para poder hablar con ellas. 

Llegados a este punto, 
decir que las agujas de los relojes de los gatos del barrio de 
Chiado 
son como los bigotes de Dalí, 
equivale a decir que los corazones de todas las tortugas 
de Galápagos llevan el marcapasos que se negó a llevar 
el pirado de Darwin. Algún despistado dirá 
que acaba de ver a Apollinaire tomándose una copa de albariño 
yo, en cambio, me lo imagino llevando ese traje de pingüino 
por la 
Por cierto, 
¿no creéis que Apollinaire bien podría ser un héroe de cómic? 
Creo que hoy por hoy ya habría publicado 
un buen puñado de caligramas en 
y sería amigo íntimo del cerrajero 
que abre tu corazón con el reloj de todas mis ausencias. 
Sé que 
que también pueden construirse casas empezando por el tejado. 
He aquí el secreto: 
primero hay que llenar de lágrimas los ojos de los pájaros 
con los recados del corazón. 

Me parece que en este poema no hay espacio posible 
para hablar de ti, mencionarte es igual de difícil 
que escribir sobre los pobres chicos que cruzan las vallas de 
Melilla, 
dejándose el corazón como una moneda de chocolate. 

Dejémonos de politiqueo barato, 
dejémonos de enviar besos de alto voltaje por correspondencia, 
este poema era para invitarte a mudarte a casa 
pero veo que no hay manera posible de verte en el ascensor 
con todo tu cargamento de maquillaje, zapatos 
y «tés» adelgazantes. 

Pero volvamos al tema de la casa 
y de cómo hacer que una libélula viva más de 24 horas 
o que una jirafa duerma más de 7 minutos al día, 
volvamos al tema de la inmigración ilegal, 
a los bombardeos de flores contra los establos de amores 
perdidos, 
volvamos a que pasas de mí al igual que la felicidad 
pasa olímpicamente de instalarse en el corazón de los perros 
abandonados. 

La cena no te ha gustado nada, lo sé, igualmente 
no pienso pedir aquella pizza de higos, miel y queso de cabra 
que tanto te 
además no me creo del todo que seas vegetariana 
después de la forma con la que me has limpiado los restos de 
mostaza 
y miel de la boca y de otras cosas 
que ni siquiera había probado (pero que tú sí). 

Construir una casa es un oficio para los pájaros, 
«de acuerdo, 
y el amor no se puede aprender de los erizos, así que ya te llamaré», 
me respondes cuando te marchas. 

Ningún poema debería esperar sentado tanto tiempo. 


HEMOS IDO A CENAR CON AINHOA Y BRUNO Y ME DICEN QUE PUEDE QUE NO NOS ENTENDAMOS POR EL IDIOMA 


Freud decía que existen dos maneras de ser feliz en esta vida: 
una es hacerse el idiota y la otra es serlo. Yo, ciertamente, 
he sido feliz de las dos maneras y también entre tus pecas 
revueltas. 
Bruno llamaría a este comienzo de poema un patético 
discurso 
del amor soluble, digno de publicarse en el catálogo de una 
peluquería 
para puercoespines. Estoy de acuerdo con él, así que ahora os 
hablaré 
de los niños que juegan al fútbol con los restos de las bombas 
no detonadas 
caídas en la escuela Al Bahréin de Gaza o, mejor aún, 
hablemos 
de esta camarera que tiene la sonrisa llena de mariposas 
y a la que le acabo de susurrar al oído si sabía que si le quitas 
los bigotes a un gato puede perder el equilibrio y caer al suelo. 
Acaba de llegar el otoño huyendo de las noticias que llenan 
de sal 
las lágrimas de los peces, Bruno no está de acuerdo 
con que debamos hablar más de los peces, ni con las multas 
que nos ponen las estrellas por aparcar en doble fila frente al 
corazón 
de una chica como tú, pero da igual, si por alguna razón el sol 
dejara de emitir luz, en la tierra tardaríamos 8 minutos en 
darnos cuenta, 
así que aprovecho estos 7 minutos para decirte que golpearte 
la cabeza 
contra la pared consume 150 calorías por hora, amigo mío, 
o para 
contarte que Gina y yo hemos hablado nuevamente por 
teléfono para nada. 
El idioma, el idioma, puede ser un problema dice Ainhoa, 
pero si hasta los delfines y las ballenas se entienden cuando 
rajan a tope 
en el fondo del mar y que tiene los dientes tan grandes 
que no puede cerrar la boca, puede entender por qué suben 
las mareas y las tasas universitarias cada nuevo curso cuando 
lee el periódico. Pero entonces recuerdo aquella mañana 
en la que te pregunté si 
preguntaste 
si eso significaba 
las auroras boreales se hacían un sitio entre tu mirada y el 
amanecer. 
Bruno dice que un gramo de oro se puede expandir 
hasta 20 km y que te deje bajo la puerta una moneda de curso 
legal 
entre tu cama y mis sábanas, también dice que me deje de 

y que ponga toda la carne de este poema en el asador. 
Entonces pido otro café porque ya no puedo más con la 
somnolencia 
que me da mirar cara a cara a las estrellas en el fondo de esta 
copa 
y de pronto dices que 100 tazas de café tomadas en un lapso 
de cuatro horas técnicamente pueden causar la muerte, 
y pienso que yo ya me he tomado 99 y que quedan 60 
segundos 
para que empiece a decir algo en este poema, así que miro 
por la ventana para ver a aquel hombre que vende mecheros 
como si su corazón fuera una gran bombona de butano 
y también tú lo miras fijamente hasta que te das cuenta de 
que ya sabes 
hablar con los pájaros y de pronto eres tú el pájaro, Bruno, 
y las plumas de miel que caen de otro pájaro es el único 
lenguaje 
que entiendo cuando pienso en la innombrable de Gina. 
Este poema es como el fondo del mar herido por el vientre de 
los peces 
que acuden —solitarios— a morir en el fondo de tu corazón, 
pero me equivoco, la vida es demasiado abstracta para hablar 
de ella 
en un poema cuando no puedes dormir y de pronto te 
despiertas, 
y apagas el despertador o lo arrojas por la ventana 
y recoges los restos de lo que queda de ti para llegar a la cocina 
y hacerte otro café 
y de pronto te das cuenta de que el amor es otra mentira de 
las estrellas, 
y también el café y el agua y la nevera llena de anotaciones 
y errores y caricias descongeladas y plumas de todas las 
almohadas 

donde has depositado tus sueños y también las tostadas con 
miel son mentira 
y la naranja que sólo es una naranja 
cuando la partes por la mitad, como tu corazón. 
Desayunas de pie con el sonido del telediario de fondo: 
bombardeos indiscriminados contra poblaciones enteras de 
osos hormigueros, 
vacunas que no son desarrolladas por la presión de las 
farmacéuticas, 
varias cuentas bancarias ocultas dentro de una caracola de 
mar, 
por cierto ¿sabías que los ojos de un hámster pueden caerse 
si lo cuelgan con la cabeza hacia abajo? 
Y de pronto apagas el televisor y vas al metro y empiezas a 
leer 
y te das cuenta de que hace años que lees el mismo poema 
escrito por la lluvia y que también las lágrimas de los gatos 
son materia poética, la soledad de la misma chica que ves cada 
mañana 
con las costillas de cristal y los labios rojos, como las altas 
nubes 
donde se hornean los sueños de Dios, 
y de pronto llegas al trabajo, desorientado como el caballo en 
el ajedrez 
y en un bostezo vuelves a casa con la mirada asustada 
y te das cuenta de que has olvidado el lenguaje de los pájaros. 
Entonces pienso que soy como aquellos peces que no se 
aburren en las peceras, 
porque su memoria tan sólo dura dos minutos 
y es como si volvieran a nacer una y otra vez, 
una y otra vez hasta olvidar su corazón, 
y es entonces cuando me muero de ganas 

de tomarme la taza de café número 100 en cuatro horas. 


SOBRE CÓMO HACER QUE UN PÁJARO CON MIEDO A VOLAR SUBA A UN AVIÓN 


No le hables de Borges, 
huye de Proust cuando te acerques a un bar 
para nenas anarquistas y cristianas 
sóplale al oído de un pájaro todas las promesas que le hizo 
Hölderlin 
a un guardia urbano cuando lo pilló conduciendo con tres 
copas de más. 

No temas, el mañana es un signo de interrogación subiendo 
al metro. 
Ya que hemos llegado hasta aquí 
creo que deberías dejar las pastillas para que la luz entre en tu 
vientre 
no hablo de hijos, sabes que los niños me dan sarpullido, 
hablo de un pájaro que le teme a las alturas 
hablo de mi sonrisa cuando te veo salir de la ducha, 
tan leve como un caracol haciendo equilibro sobre una hoja 
de afeitar, 
¡Bah! sabemos de sobra que las lágrimas son los puntos sobre 
las 
cuando discutimos por tonterías, plan 
tortilla de patata con cebolla o sin cebolla 
o con espárragos y cebolla en lugar de pimientos verdes, 
hasta que el lenguaje se convierte en un accidente celeste, 
y no hay quién pueda enfriar la alta temperatura de las 
palabras 
cuando dormimos juntos. 

Hoy ha vuelto a suceder, una nena me ha ajustado los 
tornillos del corazón 
y mira que no me merezco sino más metidas de pata, 
pero aquí estoy, recogiendo los crisantemos 
y magnolias sobre la cama revuelta 
restos del amanecer infinito entre tus bragas. 
Entonces me quedo a solas y es cuando el lenguaje sale de 
paseo, 
olfatea la lluvia, siembra un buen número de lágrimas 
para que los vagabundos encuentren la moneda 
con la que los ángeles se juegan tu amistad al póker. 

Proust estaría de acuerdo contigo, vaya tío con un par de 
nubes en las gafas 
tampoco es para tanto aunque su forma de amaestrar el otoño 
invite a la soledad de dos buitres leonado a un banquete de 
bodas. 
Ayer lo volví a leer, tengo miedo a volar cuando leo poesía 
aérea 
tengo miedo a sentarme a cenar 
cuando veo que has dejado tu puerta abierta, 
deberías saber que en Palestina las cosas están muy feas 
y el lenguaje no puede hacer nada más que nombrar la 
inexistencia, 
no creo nada de lo que me dices, Marx y los comunistas, 
Marx y el temor de los pájaros a subir a los aviones 
son como peces filosóficos saltando de gota en gota de lluvia 
para explicarnos la fragilidad del tiempo entre tus manos 
o el por qué miramos el fondo de la taza de café 
para buscar explicaciones del por qué pagamos tanto por la 
luz. 
Ya sabes que todo lo que digo es el plagio de un latido 
aunque no todo lo que escribo tiene que ver con pájaros 
no todo lo que desayuno son estrellas, 
hematomas en el corazón 
Corn Flakes 
el lenguaje es un presagio de que no volveríamos a hablarnos 
porque tus párpados saben a luz, 
me preguntas qué es la luz / te veo a los ojos / no te respondo / 
Dios, no te hagas la tonta, 
eres la oscuridad que todo lo ilumina 
bajo las gasolineras de mi corazón, 
eres el lenguaje que se acerca a mi oído 
y me sopla una bocanada de flores para decirme 
que el amor es la primavera en muletas cuando te 

desmaquillas. 


TE HE OFRECIDO LAS LLAVES DE CASA Y HAS SALIDO CORRIENDO CON EL CUENTO DE QUE TIENES QUE TERMINAR TU TESIS UNIVERSITARIA 


Aunque las camas están sobrevaloradas para el amor 
la tuya guardaba cada una de las monedas 
que los alquimistas habían acumulado entre tus pecas, 
el salario mínimo vital del alba 
entre el espejo del baño y la cama de hospital 
donde abandonamos a las luciérnagas que antes fuimos. 
Así llegaba la mañana 
como un reloj de arena que le saca la lengua al tiempo 
y también llegaba el tiempo, como un animal a punto de 
nacer, 
como un trozo del infinito entre las gafas de las estrellas que 
se asomaban 
una y otra vez 
entre las lágrimas que las mariposas derramaban 
cuando te arrojaba al suelo sin querer 
(y yo detrás, como un paracaidista que se niega a abrir el 
paracaídas). 

En ese trozo de cielo, o mejor dicho, entre tu almohada 
y las sábanas de silicio, 
el amanecer era una postal para los jóvenes oficinistas que 
corrían al trabajo 
y te veían abrir la persiana, 
la ropa sobre el suelo (como signos de interrogación) 
al final se la llevaban las golondrinas, 
cuando las golondrinas no sabían quiénes diablos eran al verte 
ir hacia la ducha 
y descubrir que tenían poco talento para volar. 
Este poema se está convirtiendo peligrosamente en un poema 
de amor 
y no hay nada más absurdo para olvidarte 
que recordar aquella vez que me pediste 
que te devuelva todos los besos que me habías dado bajo tus 
sábanas estrelladas, 
mientras veíamos a los vecinos desempacar la lluvia 
y aquel caniche que odiábamos tanto 
mear en el portal de la iglesia 
donde ibas a hacer tu compra semanal de falsas promesas. 

Aunque todos somos por definición, indefinibles, 
los caniches cuando mean 
el verde de las espinacas de esta sopa de falso hospital, 
el zumo de naranja que Ainhoa y yo compartimos aquella 
tarde en la Plaza de Yamaa el Fna 
como si fuésemos las postales de un país al que no iremos 
nunca, 
porque no existe. 

Te has largado cuando empezábamos a conocernos 
y todo porque te ofrecí las llaves de casa, 
Ainhoa dice que eres joven e ingenua como una ensalada con 
brotes de soja 
y que no me haga el duro contigo, 
que deje de portarme como una cebolla cuando la cortan 
y pare de una vez de hacerme las tostadas con tus lágrimas de 
azúcar. 

Ya no estoy yo para llevar tu equipaje de equinoccios, 
o para que me eches la culpa 
de todas las metidas de pata de los otros peces del establo, 
así que mejor demos por terminadas las funciones del 
amanecer, 
además mi décimo aniversario de bodas se aproxima con las 
primeras lluvias 
y pronto llegará a casa, 
como llega la primavera al corazón de las mariposas 
cuando aún son crisálidas, 
como llega la luz de la mirada de Ainhoa a los amaneceres 
más bellos 
que has visto y que habrás de ver, pequeña jovenzuela. 

Así es el amor entre los que no nos importa que nos den las 
llaves de casa. 


ESTE NO ES UN POEMA DE AMOR EN EL QUE TRATO DE DECIR QUE ESTOY HECHO POLVO SINO EL TESTAMENTO DE UN RUISEÑOR 


Esto de no saber qué significa soñar que eres un pájaro 
jubilado, 
esto de no saber para qué sirven las lágrimas 
cuando tu corazón se rompe como una pompa de jabón 
o como un jarrón chino arrojado desde una azotea. 
Esto de leer un tratado de falsas esperanzas con el vientre 
repleto de ruiseñores. 
Esto de no saber 
que debe de pensar el león en el circo después de darle una 
pata al domador 
y escuchar que hasta las tristezas le aplauden. 
Esto de reír lleno de lágrimas de azúcar 
al enterarte de que en Novorossiysk, Rusia, un gato llamado 
Kuzya 
acaba de conseguir el puesto de asistente de bibliotecario. 
Esto de aspirar a ser ese gallo lira que ha decidido cerrar su 
paraguas 
y abrir una cuenta bancaria para guardar todas las estrellas 
que sueñas por las noches. 
Esto de poetizar la cafetera o tu sujetador, 
oler tu almohada como quinientas veces al día 
para tratar de saber quién diablos soy cuando te veo. 
Esto de hablar de la nevera como un cajón de sastre 
donde se confeccionan las alas de todas aquellas mariposas 
que se han olvidado de cómo volar 
y lloran desconsoladamente durante todo el invierno 
pompas de jabón. 
Esto de parecerse tanto a Sharolyn Jackson, aquella mujer de 
Philadelphia 
que ha aparecido 13 días después de su funeral 
para recoger su certificado de defunción. 
Esto de pensar que si no se tiene oficio para llorar, 
lo mejor es decidirse por montar una funeraria para colibrís. 
Esto de pensar que las iglesias son más bien 
una sociedad secreta donde se puede ir a comprar abrazos por 
gramos, 
sobres llenos de besos para dejarlos bajo aquel árbol 
que se pone de rodillas durante la luna llena. 
Esto de pensar, precisamente, en aquél árbol 
que ha visto a miles de mariposas dejar su viejo traje de oruga 
y entregarlo humildemente 
en una fundación de ropa usada para mendigos. 
Estos pasos que persigo, como si fuesen los últimos que daré 
antes de meterme en la cama, 
como se mete un cuchillo en el vientre de un pescado para 
limpiarlo 
después de pesarlo. 
Esto de pensar en que estoy más jodido que un político de 
carrera 
frente a un detector de mentiras piadosas hecho para ranas, 
esto de escribir algo que jamás vas a leer 
y que precisamente le da (más que nunca) sentido a este 
poema, 
esto de no saber vivir como un pájaro 
al enterarme de que sales con otro pájaro en bancarrota 

que también soy yo.
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